Desde el pasado mayo del 2020, el país sufre una de las sequías más preocupantes de su historia. En su punto más alto, el 85 por ciento de su territorio se encontraba en aridez extrema y la capacidad de sus principales represas disminuyó al 39.7 por ciento.
El estrés hídrico de México está impactando a todas las industrias de alto consumo de agua, como la agrícola, cárnica, minera, textil y la producción de energía verde.
Esta última destaca entre las demás, pues el bajo volumen de las represas no permite el funcionamiento de la maquinaria que produce la energía hidroeléctrica. Esto obstaculiza el alcance de la meta de que el 35 por ciento de la energía usada en el país sea de origen sustentable.
También supone el encarecimiento de esta, ya que al ser muy poca y que su producción se dificulte, el costo aumenta considerablemente.
Roxana Muñoz, vicepresidenta asistente de Moody´s, mostró su descontento en que no se priorice a este sector en la repartición de recursos.
“En el caso de una escasez más severa de agua, creemos que el Gobierno de México dará prioridad a la producción de bebidas y alimentos para el acceso al agua, debido a la naturaleza esencial de estos productos.”
También comentó que espera que los proyectos que incrementen la sustentabilidad se consideren cruciales para el desarrollo del país.
Por otro lado, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) previó que el estrés hídrico aumente en los próximos 10 años, aunque no de manera igual en todos los estados. En el Norte, el nivel de lluvias es mucho menor y el presupuesto que se necesita para la reparación de pozos y presas es mayor.
Los gobiernos locales están elaborando estrategias para que sus poblaciones y sobre todo la industria local no atraviese por los estragos de la falta de agua. Se hará recolección de agua pluvial y se limpiará para que pueda usarse.
Del mismo modo, remodelarán las estructuras de almacenamiento de agua para evitar fugas.