El ajo es una hortaliza muy rentable al momento de su reproducción, ya que no necesita de semillas para germinar y de un solo diente pueden obtenerse hasta 10 ejemplares más.
Los cuidados de este cultivo no son exhaustivos y no son propensos a ser atacados por plagas o bacterias. Además, es una de las especies que se asocian bien con cultivos de la misma familia, como las cebollas o los puerros.
Su presencia en la cocina internacional es fundamental para la preparación de diversos platillos, por lo que su demanda es muy alta. Este último punto pone en ventaja al campo mexicano.
Al cierre del 2020, la producción nacional de este condimento creció un 4.3 por ciento respecto al año anterior y se contabilizaron 86 500 toneladas de producto final.
Los principales estados productores son Guanajuato, Zacatecas, Baja California, Sonora y Puebla quienes aportan aproximadamente el 87 por ciento de la producción nacional.
En menor cantidad Aguascalientes, Veracruz, Hidalgo. Oaxaca, Nuevo León, Durango, Queretaro, Guerrero, Jalisco, San Luis Potosí, Coahuila y Michoacán también aportan.
Esta gran cosecha logró posicionar al país como el noveno exportador mundial, generando un 0.6 por ciento de participación y teniendo como principales compradores a Estados Unidos (con 86. 8 por ciento), Australia (con 7 por ciento) y Francia (con 2.3 por ciento).
La variedad más comercializada en el exterior es el ajo blanco, sin embargo, en el territorio nacional se prefiere el ajo morado o rosa.
Si los estragos de la sequía ceden, se espera que para el cierre del 2021 la producción total del ajo incremente al menos 2 por ciento informó la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER).
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