En 1998, el huracán Mitch desencadenó una crisis de proporciones sociales, económicas y ambientales sin precedentes, marcando un punto de inflexión en la historia de Honduras al transformarlo en un país primordialmente emisor de migrantes.
En 2002, el huracán Isidoro azotó la Península de Yucatán con consecuencias devastadoras. Las cosechas fueron diezmadas, dejando a la población sin alimentos inmediatos y sin semillas para el futuro, lo que amenazó la seguridad alimentaria. De manera similar, en 2005, el huracán Stan causó la pérdida de 1,500 vidas en Guatemala y desencadenó una crisis alimentaria al destruir semillas, incluyendo valiosas variedades autóctonas.
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Estos ejemplos subrayan la fragilidad de los sistemas ante el clima. Un incidente más reciente tuvo lugar en agosto de 2021, cuando el huracán Grace golpeó México en dos ocasiones. Como huracán de categoría 1, atravesó la Península de Yucatán, para luego fortalecerse en un huracán de categoría 3 al tocar tierra en la costa del Golfo de México. Esta tormenta, uno de los ciclones tropicales más poderosos registrados, impactó severamente la agricultura en áreas como el Totonacapan, en el norte de Veracruz.
La tecnología actual permite predecir la cantidad de tormentas que pueden intensificarse en huracanes, cuya influencia en la regulación climática global es innegable, pero cuya magnitud se ha exacerbado debido al cambio climático, en gran parte influenciado por la actividad humana. Aunque es posible anticipar la velocidad y la intensidad de los vientos, la localización y el momento exactos de estos eventos siguen siendo variables impredecibles. En este contexto, los huracanes enfatizan la necesidad apremiante de avanzar hacia sistemas de producción y consumo más sostenibles y resilientes.
Resistencia Emergente: Comunidades Mayas y la Protección del Maíz Nativo.
Un ejemplo es el huracán Isidoro, que catalizó la organización de comunidades mayas para implementar medidas que aseguraran la resiliencia de sus cultivos y la disponibilidad de alimentos frente a eventos naturales similares. Este incidente impulsó un movimiento comunitario que protegía la diversidad genética del maíz nativo, dando lugar a las primeras ferias de intercambio de semillas y la creación de bancos comunitarios de semillas.
En cuanto al huracán Grace, sus repercusiones fueron más allá de la economía agrícola, afectando el estado emocional de los agricultores. Al ver sus inversiones arruinadas, experimentaron desesperanza y desilusión. Los daños fueron extensos, impactando gran parte de los cultivos de temporada y anuales, incluyendo los cítricos, una fuente vital de ingresos en la región. Los técnicos de la Asociación de Citricultores Tihuatecos, colaboradores del CIMMYT en Veracruz, destacan que incluso la investigación agronómica sufrió interrupciones, ya que los módulos de investigación fueron dañados por el huracán. Ante estas circunstancias, se adaptó el protocolo de investigación, explorando alternativas de cultivos para los meses restantes y la próxima siembra. Cultivos como la soya forrajera, diversas variedades de frijol y el girasol surgieron como soluciones viables para enfrentar las nuevas condiciones y golpes de los huracanes.
