¿Cómo se prepara el campo para la siembra?

La preparación de la tierra antes de la siembra es un paso fundamental que garantiza el crecimiento de los cultivos.

Tiene como objetivo aflojar la tierra y darle una estructura más esponjosa que permitirán la filtración del agua y la extensión de las raíces.

Esta preparación también incluye el nutrimiento de la tierra, pues al sembrar, nuestros cultivos extraerán los nutrientes del suelo.

Si este paso se omite, es probable que la tierra se compacte y no se corrijan las características indeseadas del suelo (Estabilización del pH, nivelación de materia orgánica y nutrimento de la tierra). 

¿Cómo se prepara?

Tempera la tierra

Antes de labrar la tierra es importante humedecerla para que el trabajo sea más sencillo y no se modifique su estructura.

La tierra no debe estar muy seca (que salga polvo al maniobrarla y tenga color pálido) ni tampoco muy húmeda (que la tierra se pegue a las herramientas de trabajo y a los zapatos).

Maneja la vegetación

Al empezar un cultivo nuevo, es común que haya vegetación viva o muerta, que puedes utilizar como abono o fuente de nutrientes para tus semillas.

Los restos del cultivo anterior también sirven para esta tarea.

Puedes utilizar algunas herramientas como palas o tus manos para enterrar algunas hiervas que servirán como abono natural al descomponerse.

En caso de que llegues a arrancar alguna hierba, utilízala como abono verde o agrégala a tu contenedor de composta.

Abona el suelo

Si se desea abonar la tierra con nuestro fertilizante favorito (composta, hummus, abono verde, estiércol, etc.), es necesario que esté bien descompuesto y su textura sea floja. Esto permitirá su correcta distribución y sea mucho más fácil de trabajar.

Espárcelo sobre todo el terreno de cultivo a utilizar (superficialmente) a modo de crear una capa. Utiliza tus manos para que puedas medir la cantidad empleada.

Labra el suelo

Se tiene que roturar el suelo y alcanzar una profundidad de al menos 25 centímetros.

Se puede realizar con herramientas de labranza como las azadas o las horcas de cavar, con las que se pueden alcanzar más profundidad y se destruyen los terrones que llegue a tener el suelo.

Al realizar este paso, es importante no voltear ni revolver las capas del suelo. Es decir, no mezclar la tierra de la superficie con la de la profundidad y viceversa.

Si se llega a hacer esto, dejaremos la tierra más fértil en la superficie y no aportará los nutrimentos necesarios a nuestros cultivos.

Rastrilla el suelo

Pasar un rastrillo sobre el suelo que acabamos de labrar ayudará a eliminar las piedras que hayan emergido.

El no remover las piedras impedirá el nacimiento o crecimiento de las plántulas.

Este paso se puede omitir si el terreno no tiene ningún tipo de piedra o si se han removido previamente a mano.