Las consecuencias del cambio climático se han visto reflejadas en la producción de miel para el consumo humano, pues las abejas productoras están en peligro de extinción.
Las altas temperaturas han hecho que las abejas mueran por deshidratación o golpes de calor, además de que marchitan sus principales fuentes de alimentación, las flores.
La desaparición de áreas naturales y campos florales debido a la expansión de las zonas urbanas ha provocado un desabasto de sus refugios, fuentes de alimento y posibles lugares en los cuales pueden crear sus panales. Obligándolas a recorrer distancias más largas que pueden provocarles la muerte por el cansancio extremo al que se someten.
Según cifras proporcionadas por Humberto Murillo, gerente de la empresa Miel Carlota, cerca del 30 por ciento de colonias de abejas productoras han desaparecido, lo que equivale al 40 por ciento de pérdidas en las ganancias generadas por la comercialización de la miel.
La creciente demanda del producto en el mercado internacional y la escasez de este ha hecho que el valor por litro se eleve hasta en un 50 por ciento. Cabe recalcar que muchas empresas mieleras solo aumentaron su costo un 5 por ciento el precio al consumidor final.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) estimó que el consumo per cápita en México es de 0.3 kilogramos, que equivale al 0.5 por ciento en su participación pecuaria a nivel mundial.
Para complementar el dato anterior, el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) puntualizó que el año pasado únicamente se produjeron 67,657 toneladas de miel, 30 por ciento menos que en 2019.
Este hecho determina que el costo seguirá incrementando si no se cuida al planeta ni a las abejas. Para garantizar su protección distintos gobiernos estatales han puesto en práctica acciones para brindarles refugio y fuentes de alimentación directa.
En Oaxaca se han plantado campos de girasoles y en la Ciudad de México se instalaron hoteles para polinizadores.