El periodo de septiembre a febrero desempeña un papel esencial en la producción agrícola mexicana, destacando la importancia de este ciclo por diversas razones clave.
Durante estos meses, las lluvias abundantes caracterizan el clima, facilitando la irrigación de cultivos y reduciendo la dependencia de riego artificial, lo que resulta en un ahorro significativo de recursos hídricos. Esta ventaja climática se traduce en la posibilidad de cultivar una variada gama de productos, desde granos como trigo y cebada hasta hortalizas como espinaca, brócoli y col rizada.
Sostenibilidad Alimentaria: Un Suministro Continuo Todo el Año.
La producción en este ciclo no solo se traduce en una diversidad de alimentos frescos, sino que también contribuye a la seguridad alimentaria al asegurar un suministro constante de materias primas agrícolas a lo largo del año.
Entre los productos destacados se encuentra el trigo, utilizado en la fabricación de pan, harina y otros alimentos. En 2022, la producción total alcanzó las 3,627,966.70 toneladas, divididas entre trigo forrajero verde y trigo grano. Asimismo, la cebada, empleada en la producción de cerveza, alimentos para animales y panificación, registró una producción en 2022 de 1,023,969.25 toneladas, siendo Guanajuato su principal productor. Además, se destacan las hortalizas de hoja y legumbres como esenciales en este periodo.
Las ventajas de este ciclo se extienden más allá de la variedad de cultivos. Las bajas temperaturas y la menor humedad relativa reducen la prevalencia de plagas y enfermedades, minimizando la necesidad de pesticidas. Además, estas condiciones contribuyen a la formación de sabores y texturas más intensos en frutas y hortalizas, mejorando la calidad de los cultivos.
La mayor productividad es otra ventaja significativa, ya que el ciclo otoño-invierno permite la cosecha de cultivos de alto valor, lo que se traduce en un aumento de los ingresos para los agricultores.
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Para asegurar un cultivo exitoso durante este ciclo, se recomienda una planificación adecuada, la selección de variedades de cultivos apropiadas para la región y el uso de semillas de calidad. El monitoreo constante del clima, el control regular de plagas y enfermedades, y la atención a la nutrición y al riego son prácticas clave. La rotación de cultivos también se sugiere como una estrategia eficaz para reducir la acumulación de plagas y enfermedades en el suelo.
