En México, enfrentamos desafíos significativos en cuanto a la disponibilidad y el uso eficiente del agua, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las sustracciones de agua fresca para distribución al público alcanzan los 14 billones de litros anuales, equivalentes a 300 litros por persona al año, superando tres veces nuestras necesidades básicas recomendadas por la OMS, que son de 100 litros diarios para una vida sana.
La agricultura, responsable del 75% del gasto total de agua, necesita urgentemente tecnologías más eficientes, ya que países más avanzados solo gastan el 40% en este sector.
A pesar de nuestras reservas de agua, que ascienden a 450 billones de litros, la disponibilidad per cápita está por debajo de estándares internacionales, con cada mexicano teniendo acceso a solo 3.5 millones de litros, comparados con más de 8.5 millones en Estados Unidos.
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La escasez reportada evidencia la disparidad entre la disponibilidad y la demanda efectiva del agua. El 50% de la población recibe agua de manera intermitente o sufre ausencia total en épocas de sequía, lo que señala la necesidad de una infraestructura de almacenamiento y redistribución eficiente
La calidad del agua también es un desafío, con una gran brecha en el número de plantas de tratamiento de aguas residuales en comparación con estándares internacionales.
Para abordar estos desafíos, se requiere una inversión significativa en infraestructura y tecnología, así como una gestión más efectiva y vigilancia en el uso razonable del recurso.
Además, se plantea la venta efectiva del agua a diferentes sectores para mejorar los ingresos y la emisión de bonos verdes y azules como parte de las soluciones financieras para asegurar un uso sostenible del agua en el país.
